Comonontre Oi

Oi.

Hasta que deje de ser, hasta que lo sepa mal, hasta que lo diga tonto, hasta que se me vuelva rutina.

24.7.09

Virgulilla

Uno. Uno. 2. CINCO.
No quería empezar con artículos. No quería decir quién era, porque le avergonzaba. Si era niño pequeño de madre, o anciana de hombres maduros. Diez i ocho. La basura que comía le daba la vida que la iba matando. Le asustaban las páginas nuevas de los libros. Leía las últimas primero. Sabía el final de los cuentos, pero no los entendía. Como no se entendía a sí misma. Comía papel, comía cáscaras. Todo lo que el estómago no vomitara. Y empezó a escribir con crayones rojos. Y empezó a escribir con colores negros. Y babeaba como todo anciano, y gateaba como todo muerto. Ladraba como una prostituta gozando del placer del sexo. Escupía. Y también cantaba. No había aprendido a volar. Ni a vivir. Tampoco había aprendido nunca a morir. Su letra deforme dibujaba su rostro. Pero así como su pulso, era deforme también. Por eso doblaba páginas de explicaciones. Y las continuaba a pesar de los puntos al final de las hojas y al principio de las hojas. Y detrás de las hojas. Y donde pudiera poner puntos. Así empezó mucho antes a crecer. Le crecieron los senos. Y los pies también le crecieron. Y caminaba más. Y menos, porque sus pies eran más grandes. Antes de dormir se peinaba el cabello y se tocaba los senos. Y con eso dormía. Las noches le causaban un gran placer. La inspiraban para la tertulia y le devolvían a sus padres. Sobre todo a su madre. Así mucho antes. Ahora la dominaba la vergüenza. La encerraba en sus limitaciones y la desnudaba para golpearla con látigos de cuero. Despedazaban su carne. Destrozaban su orgullo. Y eso la hacía soberbia. Pero caminaba con trapos viejos y dormía en cajas de cartón. Y no buscaba nada sino que lo buscaba todo. Como no sabía morir se enfermó. Caminaba con la piel podrida y los pies con yagas. Pero seguía caminando. Cuando terminó de escribir no entendió quién era, a pesar de que con esa intención había empezado. Leyó como siempre el final de las hojas y ahí decía: Con la esperanza de haber esperado lo suficiente, me rindo ante mi voluntad de la que soy esclava, y dejo un punto que no me atreveré a burlar, y dejo así un testimonio de que quien realmente soy está en todos menos en mí, pues yo soy nadie y soy todos.

Y con la misma confusión se quedó dormida y en sueños siguió escribiendo.